EL AGENTE LITERARIO

EL AGENTE LITERARIO

Hace menos de un mes asistí a un panel sobre traducciones de obras literarias. Uno de los panelistas, un escritor Hispano cuyos trabajos han sido traducidos a más de cuatro idiomas (no recuerdo su nombre) comentó que la industria de libros americana es paternalista con su público. Su punto era que tanto las casas editoriales como los agentes literarios, quienes son los que deciden qué es lo que debe leer el público,  siempre escogen el mismo tipo de lecturas sin retar al lector a que lea cosas nuevas. Otro de los panelistas, americano, respondió que no es asunto de paternalismo sino de negocios.

Creo que la posición del panelista americano refleja una verdad de esas de a puño que a veces se olvida quizas  sin quererlo. La industria editorial, como toda otra industria, es un negocio. Afirmarlo no entraña un juicio de valor, tan sólo describe un hecho.  El agente literario profesional, por ejemplo, es una persona que vive de las comisiones por las ventas de libros que ha logrado colocar en las editoriales. Su hipoteca, el colegio de sus hijos, y todos sus otros gastos mensuales que son los mismos de los escritores, se pagan con su porcentaje de las ventas de los libros. Creo que es natural entender que el agente querrá venderle a las editoriales buenas obras que se vendan mucho, y que debe hacerlo de una manera efectiva que le garantice la cantidad de dinero que desea o necesita dentro del tiempo que requiere. Entre más obras en menos tiempo, más dinero.  ¿Por qué querría empecinarse en golpear puerta tras puerta para vender una obra magistral de un desconocido, que quizás rompe con los esquemas de lo que la gente compra y por consiguiente sería de venta lenta, en lugar de dedicar su tiempo a un autor o una obra que sí encajará, y rápidamente, dentro del parámetro establecido? Después de todo estamos hablando de un profesional en ventas, no de un mecenas.

Es por eso que, para aumentar las probabilidades de que un agente literario lea el manuscrito que se le envía, hay que ajustarse a sus requerimientos individuales.  Entre más efectivos pueda ser un agente literario en sus procedimientos de revisión de manuscritos, mayor número podrá leer y por consiguiente más alta será la probabilidad de que también lean el mío.

Hay una agente que exige, por ejemplo, que tanto la propuesta editorial como la muestra de la obra sean enviadas por medio electrónico en tamaño de fuente número 18. Se trata de una agencia literaria compuesta por una sola persona (ella personalmente tiene que leer todos los manuscritos que llegan), que dice recibir un promedio de diez manuscritos por día y necesita vender por lo menos uno al mes para garantizar su ingreso. Es fácil imaginar que esta persona estará leyendo manuscritos todo el tiempo, en todo lugar,  desde todo tipo de medio electrónico incluyendo su teléfono celular y su tableta. ¿Qué hará si tiene dos manuscritos para leer en su celular mientras está en un taxi de camino al aeropuerto? Leer el que viene en tamaño de fuente número 18.

El formato estándar que aparece en www.escritores.org, es un buen punto de partida para entender a profundidad lo que conlleva el envío de un manuscrito a un agente literario. Debajo aparece el acceso a la página que trata este asunto:

http://www.escritores.org/publicar