ALMUDENA GRANDES

Ninguna de las dos se dio cuenta de que yo también estaba llorando, luchando con desesperación contra dos lágrimas indecisas que no lograría retener, ni impedir que abrieran el camino que seguirían después muchas otras, alimentando dos regueros calientes y regulares que serpenteaban por mis mejillas para disolverse en las comisuras de mis labios, y sabían amargo, como los silencios del abuelo, que nunca se dejaba ver pero se acordaba de mirarme […]