ALICE MUNRO
Canada, 1931
Premio Nobel de Lieteratura 2013
“A veces me sorprendo de lo vieja que soy. Recuerdo cuando en verano rociaban con agua las calles del pueblo donde vivía para que se posara el polvo, cuando las chicas llevaban corpiños y cancanes que se quedaban de pie en el suelo, y no se podía hacer gran cosa con enfermedades como el polio y la leucemia. Algunas personas con polio mejoraban, lisiadas o no, pero las que tenían leucemia se quedaban en la cama y tras unas semanas o unos meses de deterioro en una atmósfera trágica se morían.
Por uno de esos casos me dieron mi primer trabajo, en las vacaciones de verano, cuando tenía trece años. El señor Crozier hijo (Bruce), había regresado sano y salvo de la guerra, en la que había sido piloto de combate; había ido a la universidad a estudiar historia; se licenció, se casó y ahora tenía leucemia. Su esposa y él habían vuelto para vivir con la madrastra de él, la vieja señora Crozier. La joven señora Crozier (Sylvia) iba dos veces a la semana a dar clase en el curso de verano de la misma universidad donde se habían conocido su marido y ella, a unos sesenta y cinco kilómetros. Me contrataron para que cuidara al señor Crozier mientras ella estaba afuera. Él estaba en cama, en el dormitorio de la esquina del piso de arriba, y todavía podía ir al baño solo. Lo único que tenía que hacer yo era llevarle agua fresca, subir y bajar las persianas, y ver que quería cuando tocaba la campanilla de la mesilla”.
Alice Munro. Demasiada felicidad. Random House Mondadori, 2013.
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Martha Cecilia Rivera, Chicago, Febrero 2014