Se tiende a olvidar que cada región del mundo carga sus propias espinas. Me refiero a esos problemas de las sociedades que se vuelven parte de la piel de sus habitantes hasta el punto de sentirse naturales, mientras que en otros confines de nuestra tierra esos mismos problemas se dejaron atrás desde hace siglos, o no han llegado. Como ejemplo pienso en el narcotráfico con su carácter itinerante: en esta década, lo peor de su podredumbre se encuentra en un país específico; hace dos décadas se encontraba en otro (el mío), y seguramente dentro de unas cuantas más estará en algún otro confín, por los siglos de los siglos hasta que la ciencia encuentre algo que aún no está buscando, una cura o una prevención definitivas para la enfermedad que padecen los adictos. Otro problema que viene a mi mente ahora son los enfermos mentales que asesinan a quemarropa a adolescentes o niños en grupos, en los centros educativos de los Estados Unidos. Y así sucesivamente.
La prisión moral, intelectual, y generalmente también física que se impone al género femenino en los países árabes es otro ejemplo. Me hizo pensar en este ejemplo específico la noticia de la muerte de Assia Djebar el pasado 6 de febrero en París. Nacida en el Magreb, tierra de Camus, Assia Djebar (repetidas veces la más fuerte candidata femenina al premio Nobel), escribió novelas que retratan las pequeñas conquistas de las mujeres en su lugar del mundo en pleno siglo XX y que siguen siendo heroicas todavía ahora. Que una niña musulmana haya logrado permiso para asistir a la escuela, o que su padre la haya llevado de paseo al campo, son los acontecimientos no cotidianos que sirvieron de base para las creaciones de Djebar, y que en nuestra sociedad occidental Latinoamericana quizás jamás serían tema para una novela. Por contraste, este mismo mes asistí a un evento de poesía donde la mayor parte de las poetisas, por coincidencia, había escogido como tema, sin metáforas, su propia vagina.
“No quiero polemizar; tampoco quiero ejercer el lamento literario”. Assia Djebar.
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Martha Cecilia Rivera, Chicago, Febrero 2015.