A William Trevor, a sus 82 años de edad, lo han considerado una especie de nuevo James Joyce, su compatriota. Esas son palabras mayores. Sea esto cierto o no, el caso es que William Trevor ya está en la lista de los escritores que, se predice, competirán por el Premio Nobel en 2014. Transcribo un par de párrafos de su obra “Una relación perfecta”, Editorial Salamandra, 2007.
…“Siempre tenían encendidas las luces del taller, porque unas estanterías tapaban las ventanas que se extendían en la pared del fondo. Coches abandonados, conservados por sus piezas, coches y motos en espera de recambios y gatos con ruedas ocupaban el poco espacio restante a ambos lados del pequeño despacho de madera, también al fondo. Había bancos de trabajo con tornos y soportes de herramientas adosados a una pared, e hileras de neumáticos reparados y otros nuevos, así como toneles de grasa y aceite. En el centro del garaje había dos fosos, y en ese momento el padre de Cahal, dentro de uno de ellos, estaba montando un embrague. En la radio alguien daba consejos acerca del cuidado de los peces en un acuario”…
…“No se detuvo. En el retrovisor, la carretera estaba a oscuras otra vez. Vio algo blanco allí tendido, pero se dijo que lo habría imaginado. En el asiento trasero proseguía el abrazo”…
…“Calculó cuánto tardaría en llegar a pie al lugar del incidente. Quería ir: quería ir allí y constatar que no había nada en la carretera y luego, aliviado, cerrar los ojos. A veces ya amanecía cuando se separaba de Minnie Fennelly, e imaginó también eso, que empezaba a clarear cuando volvía del monte sintiéndose bien otra vez. Pero lo más probable era que no fuera así”…
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Martha Cecilia Rivera, Chicago, Noviembre 2013