CREANDO PERSONAJES

Hay algunos personajes, provenientes de la imaginación de sus creadores, que se vuelven con el tiempo patrimonio propio de la gente. Se trata de personajes que despiertan sentimientos, generalmente buenos, entre otros admiración, ternura o intriga. Mickey Mouse y Harry Potter son buenos ejemplos. En literatura, uno de esos personajes que me han despertado sentimientos buenos no necesita siquiera ser nombrado: Florentino Ariza.

Hay algunos otros personajes que despiertan sentimientos negativos, odio y repulsión ante las cosas que hacen. Uno de ellos, para mí, es sin duda Raskolnikof. He leído múltiples veces, siempre con sorpresa, siempre curiosa, y algunas veces hasta furiosa, sus bajezas. Lo he visto levantar el hacha y descargarla sobre la cabeza de la usurera, y me ha parecido, por supuesto, un asesino sin noción ni respeto por el significado de la vida. Lo he visto desmayarse muchas veces en distintas circunstancias, temblar de fiebre y permanecer inconsciente, enfermo de remordimiento durante varios días, y me ha parecido despreciablemente débil porque ni siquiera tuvo la fuerza de carácter de asesinar y seguir viviendo tranquilo. Lo he visto oponerse al matrimonio salvador de su hermana con un hombre rico sólo para no sentirse humillado con la ayuda que le brindará a él, el nuevo marido, y a pesar de que ella si quiere ese matrimonio, y me ha parecido poco inteligente, desagradecido y egoísta. Ni siquiera la confesión de su crimen me pareció un acto de heroísmo. Me molestan sus ropas raídas, su pelo grasiento (que es una invención mía porque Dostoviesky nunca lo menciona) y el mal olor corporal que le adivino.

Sin embargo, vuelvo a Raskolnikof de tiempo en tiempo cuando estoy en busca de una lectura de esas que no te suelta. Vuelvo a él cuando me pregunto cómo son los personajes inmortales que han sido creados por nuestros gigantes literarios. Vuelvo a él cuando estoy empeñada en crear un carácter fuerte para una de mis historias.

Creo que crear un personaje de esos que cautivan, es un arte que entraña, más que imaginación, un trabajo muy arduo de permanente descubrimiento.

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