“Uno escribe hasta llegar a un lugar en el que todavía le queda resto y sabe lo que ocurrirá a continuación, y allí uno se interrumpe y trata de vivir hasta el día siguiente para volver a seguir con eso”.
Reflexionando acerca de esta frase de Hemingway, una de las primeras en la entrevista que mencioné hace unos pocos días, encuentro varios elementos que vale la pena destacar con respecto al proceso creativo del novelista.
El primero de ellos es que Hemingway reconoce tácitamente, en su aseveración, que escribir es más un proceso de descubrimiento que uno encaminado a reflejar algo que ya se sabe. Decir que a veces el escritor sabe lo que ocurrirá es un reconocimiento de que algunas veces no lo sabe. Creo que eso nos ocurre a todos. Hay días en los que los escritores nos ocupamos en juntar vocablos, frases y párrafos, una vez y otra y otra, y cada vez que releemos el resultado vemos que ahí no hay en realidad un contenido. Esos son los días desesperados y las noches interminables cuando nada aflora a través de nuestros dedos que teclean y nos preguntamos si no sería mejor abandonar, de una vez por todas, la pretensión de escribir y dedicarnos a algo más productivo, abrir una panadería por ejemplo. Luego, en algún momento, un personaje al parecer nos habla. Es un momento de iluminación cuando de alguna manera todos los intentos fallidos del día parecen alinearse o ponerse en su lugar, y eliminar por ellos mismos lo que no sirve para mostrar el camino de cuál es el suceso que sigue en la historia, o la reacción que tendrá el personaje o lo que sea que nos había detenido. En esos momentos, yo acostumbro a escribir la idea tan concreta y tan completa como sea posible en un archivo aparte, interrumpo y al día siguiente me dedico a escribirla. El hecho de interrumpir y desconcectarme cuando he encontrado la idea y me he asegurado de no perderla, me permite que la calidad de la escritura al día siguiente, con menos fatiga y sobre todo con algún tiempo neutro dedicado a que la idea se afiance en los lugares desconocidos de mi cerebro, sea mejor que si la hubiera escrito enseguida.
El segundo aspecto que me llamó la atención del párrafo que incluí al comienzo de esta nota, es la frase (uno) trata de vivir hasta el día siguiente. Todos sabemos que la vida de Hemingway estuvo repetidamente en peligro por su participación en la guerra y también por sus repetidos accidentes aéreos sin contar con su afición a la caza. Sin embargo, también estaba el espectro de su depresión que el tiempo demostró ser de naturaleza suicida. ¿Cuánto tiempo o cuántas veces consideró Hemingway su suicidio?
No puedo evitar sentir tristeza.
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