Finalmente me llegó el último libro de Modiano. Lo esperé durante un mes entero, lo busqué en mi buzón de correo casi con la misma ansiedad con que busqué hace tiempo el permiso de salida del país para ir a Canadá a la boda de mi hija (llegó a tiempo), la green card para poder ir a Colombia a ver a mi mamá enferma (llegó cuando ya ella había salido de la clínica), y la visa para ir a conocer a Irán con mi amiga Tanaz (no llegó nunca, la carta de la embajada pidiendo papeles adicionales se olvidó entre el cajón de nuestro portero de noventa años; para cuando él recordó que me tenía una encomienda se acababa de producir una brecha en las relaciones entre Irán y U.S.A. que aún no se supera). Finalmente, anoche, ahí estaba. La Hierba de las noches, junto a mis tarjetas de presentación, dos encomiendas muy esperadas que llegaron el mismo día quizás para indicar que los dioses me sonríen por estos días a pesar del frío.
Esta novela de Modiano (Premio Nobel de Literatura 2014) ha sido considerada una pieza maestra porque inaugura el género de la novela negra poética. Denis Consrad, de Le Monde, lo llama “auto-ficción poético policial”. Otro crítico literario francés importante, Olivier Mony, (Livres Hebdo), dice que “La Hierba de las noches es el más bello poema en prosa de la literatura francesa actual”. ¿Y yo? Leo y releo despacio. Arropada entre mi cama, mientras tomo Cocacola, saboreo un pedazo de ponqué casero Bimbo que encontré anoche en ¡Walgreens! y espero las dos llamadas de Bogotá que perdí esta semana, la del pintor y la del poeta, hago uso de mi irrenunciable derecho de los sábados por la mañana de hacer, comer, beber, y demás de lo que me plazca, momento irrepetible para las transgresiones capitanas de la semana.
Y aquí va la mayor transgresión de ahora: ya voy por la página 110 de una novela de tan solo 166 páginas y aún no encuentro, en La Hierba de las noches, lo poético. Que no se me malentienda: la novela es fascinante, una de esas piezas que no puedes soltar hasta acabarla. Está muy pero muy bien escrita, tiene un lenguaje depurado con cadencia propia, tiene ritmo, tiene intriga, tiene un reflejo de angustias personales muy bien tratado, tiene un tema de esos que premia la Academia (la Ocupación), y un manejo del tiempo muy complejo aunque con apariencia de sencillo que hace pensar en las matroskas rusas, no obtuvo Modiano el Premio Nobel sin causa justa. Pero, ¿poética? Quizás mis estándares de lo poético son muy distintos, o quizás no me he concentrado lo suficiente por andar pendiente de las moronas entre mis sábanas.
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Martha Cecilia Rivera, Chicago, Noviembre 2014