Pienso que la selección de aquella parte de la realidad que se va a aislar, como a través de un estroboscopio, para construir en torno suyo una ficción, no es tanto un momento de decisión como el resultado de una inspiración. Italo Calvino parece sugerir que la selección del evento, la persona o el lugar que se va a desenvolver para construir una historia, es el resultado de una escogencia entre múltiples alternativas. Se trataría, según se desprende del párrafo siguiente, de tomar la decisión entre narrar la historia de aquella mujer y no la de aquella otra, o entre escribir acerca de este lugar en vez del otro, o de inventar una fantasía con base en este instante y no en otro:
“El principio es siempre ese instante de distanciamiento de la multiplicidad de los posibles; para el narrador supone desprenderse de las historias posibles para aislar y hacer narrable aquella historia que ha decidido contar en esta velada; para el poeta, desprenderse de un sentimiento del mundo indiferenciado, con objeto de aislar y lograr una armonía de palabras que coincidan con una sensación o un pensamiento”. (Italo Calvino, Seis propuestas para el próximo milenio. Apéndice: El Arte de empezar y de acabar. Ediciones Siruela, 2002)
Pienso que, en un primer momento, el escritor en realidad no escoge entre varias opciones acerca de las cuales podría escribir su historia. Más bien, las opciones en su realidad lo escogen a él. Lo inspiran. En nuestro diario transcurrir los escritores, al igual que cualquier otro ser humano, entramos en contacto con multiplicidad de personas, eventos, anécdotas, lugares o frases. Algo de eso entra a formar parte de nuestra vida mientras que la mayor parte pasa desapercibida o resulta anodina, igual que sucede a todas las personas. Sin embargo, a los escritores (y quizás lo mismo ocurre a los creadores en cualquiera de las artes), algunas de esas cosas se nos aparecen como algo especial, distinto. Son como ondas de energía que nos tocan de repente produciendo una sensación inesperada, una curiosidad particular o una emoción fuera de contexto. Esa es la inspiración que llega. Se nos aparece. Se presenta. Nos asalta, digo yo, porque no hay nada que anuncie su llegada, es algo que simplemente pasa. Otras personas pueden haber estado en contacto con eso mismo sin percibir nada particular, sin haber sido inspirados.
Es entonces cuando el escritor toma la decisión de escribir o no acerca de eso que lo alcanzó de un modo distinto. Si yo tuviera que describir esto en términos de una secuencia, diría que la inspiración viene primero, y la decisión de seguirla o no, viene luego. Reconozco que algunas veces estos dos momentos ocurren tan cercanos entre sí que parecen suceder al mismo tiempo. Así las cosas, y contradiciendo a Calvino, yo diría que las alternativas en consideración para que el escritor desarrolle su obra no son, entonces, todas las infinitas posibilidades que provienen de sus experiencias de vida, sino tan solo aquellas que lo han inspirado, y que cada una ofrece tan solo dos posibilidades: usarla para escribir la obra, o no hacerlo.