LA LIBERTAD EN ONETTI

Creo encontrar en la última parte de la última novela de Onetti (Cuando ya no importe, publicada en 1993 un año antes de su muerte) una especie de libertad final (¿la última?) que no le encontré antes. Reconozco que es posible que esa libertad sí se haya anunciado en sus obras anteriores sin llegar a mostrarse del todo, o que ya estaba allí, en su madurez de gigante de la literatura y que yo no la descubrí hasta ahora.

La libertad a la que me refiero es una especie de desprendimiento de las necesidades que el relato impuso. Es como si de repente el imperativo de narrar una historia se hubiera subyugado al impulso de dejar fluir algo más profundo, fundamental, algo que se libera de la verosimilitud aunque no la afecta. Son momentos llenos de lirismo dentro de la novela que al mismo tiempo reflejan una angustia profunda y que son arte, en el sentido estricto de la palabra, un arte que podría subsistir inclusive sin el relato. Transcribo un párrafo:

“Es curioso que en momentos de grave tristeza y de mil pequeñas nostalgias que se juntan para herir, nunca demasiado, mire el cuaderno en que apunto con algo de satisfacción absurda y ganas de quemarlo”.

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