Convertir un relato corto en una novela es, a mi modo de ver, un asunto de exploración a fondo. Se trata de escribir más y más, física o mentalmente y a menudo de forma muy intensa, para permitir que la historia con todos sus matices se haga presente en la imaginación del autor, emerja.
Una primera estrategia de exploración es escribir más acerca de cada uno de los personajes para que, a medida que se les pone en palabras, ellos vayan mostrando (casi que por sí mismos) sus facetas, sus motivaciones, sus pensamientos, sus miedos.
También es útil averiguar de la misma manera (escribiendo) si el contexto dentro del cual ocurre el evento central del relato ofrece detalles y sinuosidades que agreguen interés o que conduzcan la imaginación del autor por vertientes distintas. Un relato sobre algo que ocurrió a un hombre en un pueblo podría evolucionar hasta convertirse en una novela acerca de cierta particularidad de ése pueblo.
Mi experiencia es que manejar el tiempo de una manera versátil y flexible es una ayuda más efectiva para convertir un relato en una novela cuando se aplica a los personajes que cuando se aplica al contexto. Remontarse por ejemplo a la infancia del personaje para descubrir las supuestas raíces de sus comportamientos actuales es un recurso que funciona generalmente muy bien y todavía se aplica a lo largo y ancho de toda la literatura.
Introducir el futuro del personaje en medio de su situación del momento es una técnica menos común que demanda experiencia, dominio de las técnicas de escritura, y conocimiento de lo qué es, y lo que no es, la literatura. El ejemplo en mi nota de ayer, (un fragmento de la novela XUL de Raul Dorantes), merece todo mi respeto. Con esta técnica, el autor termina narrando dos historias dentro de la historia, acerca del mismo personaje, con el msimo tema de fondo, presente y futuro al msimo tiempo.
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