Otra característica que en general comparten las obras de Kafka con varias de las de otros grandes maestros, son las escenas inverosímiles. No me refiero a historias ni personajes sino a escenarios o momentos absurdos aunque innecesarios que introducen en el relato una distracción refrescante y contribuyen a hacer de la lectura un encuentro con el arte. Me refiero con esto a que el lector desprevenido no puede menos que reconocer, frente a esa descripción, la genialidad de su autor, no puede menos que admirarlo. Todo lo demás de la obra, incluyendo la historia, la profundidad de las verdades morales que revela o la verdad de los fenómenos sociales que devela, cualquier otra cosa dentro de la novela, quedan por un instante relegadas frente a la magia de lo que ha creado el genio. Es el momento pleno de su inspiración creadora, el equivalente al momento cuando… Nijinsky danzó una masturbación en “La siesta del fauno”, por ejemplo. Se trata, para el lector, de encontrarse con la genialidad, y la genialidad es genuina, se reconoce cuando se la encuentra, se tiene o no se tiene, no hay forma de improvisarla. Incluyo abajo un pasaje de esa naturaleza, tomado de El Castillo:
“Por lo común, conducen a Barnabás (el mensajero) a una oficina grande; pero no es la oficina de Klamm, no es siquiera la oficina de una sola persona. Ese recinto se ve dividido en dos partes longitudinales por un largo pupitre único que sirve para escribir de pie y que va de una a otra pared lateral; una de estas partes es estrecha, apenas pueden allí darse paso dos personas: es el espacio destinado a los funcionarios: la otra es ancha, el espacio destinado a las partes actoras, a los espectadores, ordenanzas, mensajeros. Sobre el pupitre hay grandes libros abiertos, uno junto al otro, y ante la mayor parte de ellos hay funcionarios de pie leyendo en los mismos. Pero estos últimos no se quedan frente al mismo libro siempre, si bien no permutan los libros, sino los sitios; y lo más sorprendente a los ojos de Barnabás es cómo tienen que pasar estrechamente uno junto al otro, para realizar esos cambios de sitio, debido precisamente a la angostura del espacio. Adelante y pegadas al pupitre hay unas mesitas bajas, y sentadas a ellas, escribientes, los cuales escriben al dictado cuando así lo desean los funcionarios. Cada vez se asombra Barnabás de cómo se lleva esto a cabo: no se produce ninguna orden expresa del funcionario; tampoco se dicta en voz alta,…”
GRACIAS POR LEER Y COMPARTIR MI
BLOG: http://www.florentinoletters.com