RANA

Rana es una novela corta de Mo Yan, ganadora en 2011 de uno de los más importante premios literarios de China, el Mao Dun Prize. Este premio es otorgado por la Asociación de Escritores Chinos cada cuatro años. El hecho que que Mo Yan haya sido el ganador fue en su momento objeto de gran controversia porque aparentemente ocho de los diez escritores finalistas eran personas con posiciones directivas dentro de la Asociación de Escritores Chinos. Sin embargo, este relato de Mo Yan parece ser un ejemplo perfecto de cómo el autor combina la leyenda, la historia y la vida moderna dentro de historias interesantes y bien narradas que constituyen una propuesta literaria innovadora y sólida. Rana está traducida al español, publicada por Kailas editorial en 2010. Reproduzco un segmento donde se alcanza a apreciar cómo intersecta el autor elementos propios del folclor, lo fantástico y lo histórico social. Realmente vale la pena leer la obra completa:

“Señor, en mi pueblo, teníamos la antigua tradición de bautizar a los niños recién nacidos con los nombres de los órganos o de las partes del cuerpo importantes. Por ejemplo, Chen Bi, el Narizón; Zhao Yan, el Ojitos; Wudachang, la Tripa; Sun Jian, los Hombros… Sin embargo, aunque no he estudiado el origen de esta tradición, supongo que debe provenir del convencimiento de que «los nombres humildes dan longevidad», o posiblemente se hiciera porque las madres consideraban que los hijos eran carne que se separaba de sus cuerpos.
Hoy en día, esta tradición está ya obsoleta; los padres jóvenes no quieren llamar a sus hijos de una manera extraña. Ahora, los chavales de mi pueblo tienen nombres tan elegantes y peculiares como los de los personajes de las series de televisión de Hong Kong y Taiwán, es
decir, de Japón y Corea. Y los muchachos que recibieron los nombres según la vieja tradición han dejado de usarlos, aunque siempre hay excepciones como Chen Er y Chen Mei1.(Er y Mei significan respectivamente oreja y ceja).
El padre de Chen Er y Chen Mei, Chen Bi, fue conmigo a la escuela y más tarde fue mi amigo en la adolescencia. Nos incorporamos en el año 1960 a la Escuela Primaria de Dayanglan. Era una época de hambruna, así que todos los acontecimientos inolvidables que guardo en mi memoria de entonces están vinculados, sin duda, con la comida. Imagino que todavía recordará la famosa historia de que comíamos carbón. Mucha gente estaba convencida de que era un invento burlesco. No obstante, le juro por mi tía que era verdad.
La mina de Longkou contaba con una tonelada del mejor carbón; jamás he visto un carbón tan brillante como ese, capaz de reflejar las caras de quienes se pusieran delante. Recuerdo también que esa fue la única vez que encontré aquellas joyas negras. Wang Jiao, el carretero, transportaba el carbón desde el centro del distrito hacia nuestro pueblo. Era un hombre con la cabeza gigante y un cuello fuerte, y cuando hablaba se le enrojecía la cara porque era tartamudo. Sin embargo, en sus ojos brillaba la luz de la inteligencia. Su hijoWang Gan y su hija Wang Dan iban conmigo a clase. Son gemelos bivitelinos. Él es alto y fuerte pero ella siempre ha sido muy bajita, o mejor dicho, casi enana. Mucha gente dice que cuando los dos
estaban en el cuerpo de su madre, el hermano se apoderó de casi todos los nutrientes y apenas los compartió con su hermana. Por eso, Wang Dan salió diminuta.
Un día, al salir de la escuela, vimos que su padre estaba descargando el carbón del carro. Nos acercamos con mucha curiosidad. Los pedazos de carbón aterrizaron uno por uno en el suelo, mientras que las gotas de sudor de Wang Jiao se deslizaban una por una de su cuello al carbón. Sacó un pañuelo azul para secarse, y justo en ese momento vio a sus hijos mirando, fisgando, husmeando el carro. Entonces les gritó:
—Volved a casa a cortar el césped.
Wang Dan se dio la vuelta y empezó a correr. Si se descuidaba perdería el ritmo y correría desacompasadamente, como si fuera una niña aprendiendo a andar. Wang Gan solo retrocedió un poco, sin inmutarse, porque estaba muy orgulloso del trabajo de su padre. Hoy
en día este orgullo es inexistente, incluso para los chicos cuyos padres son pilotos.
El carro, que tenía dos enormes ruedas polvorientas, estaba tirado por un mulo y un caballo de batalla, al que premiaron con un estigma en la grupa por transportar proyectiles durante la guerra. El mulo tenía un temperamento irritable; solía hacer daño a la gente con las solía hacer daño a la gente con las patas traseras y a veces mordía, pero las ventajas que tenía eran su fuerza inagotable y su velocidad incomparable. La única persona de nuestro pueblo que podía controlarlo era Wang Jiao. Mucha gente envidiaba su trabajo, pero dejaron de hacerlo porque tenían miedo de ese mulo rabioso. El animal había herido a dos niños con su gran hocico. El primero fue Yuan Sai, hijo de Yuan Lian, y la segunda fue Wang Dan. Un día, el carro estaba atado a la puerta de su casa y esta chica diminuta empezó a jugar delante del cuadrúpedo. De repente, el animal la cogió por la cabeza con su gran hocico y la levantó por
los aires”.

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