RAUL DORANTES: XUL

El manejo del tiempo es un recurso que ofrece al escritor amplias posibilidades para desarrollar su novela. Es una forma de crear expectativa; evoluciona un relato corto en una novela; es un elemento muy efectivo de transición entre un pasaje y otro; facilita introducir nuevos personajes. Un manejo del tiempo versátil y bien logrado se asocia siempre con buena literatura.

Empezaré mis notas de esta semana acerca del tema con una selección tomada de la novela Xul, del escritor y dramaturgo mexicano Raul Dorantes, en donde el manejo del tiempo cubre presente, futuro, pasado y condicional en poco más de dos párrafos:

“…Esa noche yo debía pegar pestañas, levantarme a las 4:30, ir a mi casa, bañarme, luego caminar de prisa hasta el Titos. Los párpados eran de estuco; el cuerpo, un saco de fríjol. En una esquina del basement encontraría un despertador mecánico con dos campanillas en su techo. No servía: nada de tic, nada de tac. Descobijado y sobre una manta, Mauricio se había dormido con los lentes puestos dando la impresión de ser un saltamontes a la luz de la luna. Para estar enfermo, dormía muy bien, acaso por el efecto de la pastilla que él mismo había llamado, con cierto cariño, Xanax, un palíndromo bróder, más elegante que seres o anilina. Y volvió a mí la frase de que enamorarse era andar distraído. Yo estaba dispuesto a vivir la distracción con la gringa del borreguito: iría a su casa la tarde siguiente, le llevaría pollo empanizado y arrullaría a su bebé. ¿Que buscaba a mi madre en sus senos maternales? Posiblemente.

Son senos maternales los que mira Antonio desde su asiento. Toma una revista, la hojea con desgana y la regresa al canguro del asiento de enfrente. Maternales son los senos de la chica del 17B, el botón superior de su blusa con cierta tensión, la apertura entre un botón y otro, la redondez que tira de los ojos de Antonio. Cuánto daría él por ocupar uno de los asientos vecinos, el 17A o el 17C, con sus pasajeros que ya duermen y resuellan en la penumbra. ¿Y por qué no llenar un crucigrama o escribir alguna máxima? Al igual que yo, Antonio se resigna y a través de la ventanilla sigue el vuelo paralelo de una nube, es el mismo gusano de vapor que ha acompañado al avión desde Chicago. Salgo y la miro más de cerca, sí, una nube lombríz, una nube serpentina en medio de la noche. Retorno al avión, a la cabina de equipajes, a mi envoltura de satín no sin antes mirar la hora.

En el cuarto de Mauricio también miré el reloj. Las paredes parecían haberse alargado…”