Felipe fue siempre un niño que sabía que era feo. ¡Qué cosa tan triste! Quizás debido a eso, mientras Mafalda se repartía entre sus preguntas juiciosas y sus afirmaciones brillantes, él se refugiaba entre sus fantasías de ser el Llanero Solitario, o de tener una enamorada, de ser mejor de lo que era, en todo caso. ¡Qué cosa tan trágica! Quizás también debido a eso siempre pareció más infantil, más niño que su amiga a pesar de ser un año mayor que todos los demás del grupo. Sus enormes dientes cuadrados y sobresalientes, fuente fundamental del cariño que despierta.
Felipe es un personaje siempre fresco, leve, semejante a las hojas de un árbol que traen todas las veces oxígeno nuevo. Entre las envidias de Susanita y los raciocinios cortos de Manolito, Felipe se le presenta a Mafalda como un terreno donde se está a salvo. No trae amenazas ni retos atrás de sus dientes grandes. No juzga, no planea, no persigue objetivos en la vida sino que se dedica a ser lo que es, un niño. De ese modo se constituye para el lector en eso mismo, un espacio dónde es permitido detenerse y respirar de gratis, soñar, hacer pereza. ¿Cuándo fue la última vez que uno de nosotros, adultos, dedicó un tiempo largo a hacer pereza y no se sintió culpable? Cuándo todavía éramos niños, seguramente.
Todo eso que Felipe es y representa, es quizás precisamente porque permanece dentro de la esfera hecha de fantasías que se construyó para defenderse de su verse a sí mismo como a alguien feo y débil. Es así como hizo de su debilidad su mayor fuerza. ¡Qué gran personaje!
Algunas frases de Felipe:
“¿Por qué justo a mi tenía que tocarme ser yo?”
“Cuando uno no sabe qué decir, no sabe cómo decir que no sabe qué decir”.
“Hasta mis debilidades son más fuertes que yo.”
GRACIAS POR LEER Y COMPARTIR MI BLOG: http://www.florentinoletters.com
Martha Cecilia Rivera, Chicago, Febrero 2014