Decir que los padres de Mafalda son una muy buena representación de la clase media latinoamericana en las décadas de los sesentas y setentas no es nada nuevo. Pensar que en el fondo lo que muestran es la desesperanza colectiva del momento, y más que eso, la confusión generalizada de esa misma clase, no es lo mismo.
Fue una época de cambios estructurales en el mundo, algunos de los cuales tuvieron repercusiones muy directas en nuestro hemisferio. Y eso, creo yo, se reflejaba permanente en ambos padres de Mafalda. Raquel, la mamá, decidió dedicarse en forma exclusiva a su familia, opción apenas natural para la generación a ella pero no para la suya, y al parecer le quedó el resto de su vida para arrepentirse de vez en cuando. El padre, cuyo nombre no apareció nunca, resultó demasiado sencillo para manejar las inquietudes de su hija, de la misma manera como imagino que los padres de familia de ese momento tuvieron que enfrentar la realidad de que sus hijos ya no fueron políticamente pasivos, como era lo normal en las generaciones previas, sino por el contrario, independientes y beligerantes: padres atemorizados y sorprendidos.
Como personajes, en mi opinión, los padres de Mafalda se desdibujan y pierden fuerza frente a todos los otros. Una buena pregunta es si esto fue el resultado de un diseño intencional por parte de Quino, o solo un efecto serendipituoso del hecho de los otros personajes se las arreglaron para generar sentimientos hacia ellos y con eso robaron todo protagonismo. Buena pregunta, para reflexionar sobre ella en las largas horas que empleamos frente al computador en búsqueda de las verdades de nuestros propios personajes.
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Martha Cecilia Rivera, Chicago, Abril 2014