ROSA MONTERO

“La mayor revelación que he tenido en mi vida comenzó con la contemplación de la puerta batiente de unos urinarios. He observado que la realidad tiende a manifestarse así, insensata, inconcebible y paradójica, de manera que a menudo de lo grosero nace lo sublime; del horror, la belleza, y de lo trascendental, la idiotez más completa. Y así, cuando aquel día mi vida cambió para siempre yo no estaba estudiando la analítica trascendental de Kant, ni descubriendo en un laboratorio la curación del sida, ni cerrando una gigantesca compra de acciones en la Bolsa de Tokio, sino que simplemente miraba: con ojos distraídos la puerta color crema de un vulgar retrete de caballeros situado en el aeropuerto de Barajas”.

“Siempre he detestado a las personas que usan lugares comunes al hablar, pero el hombre dijo «este pobre viejo» como si fuera un reto, una broma privada, una coquetería. Como si en realidad no fuera viejo cuando desde luego que lo era, viejo viejísimo y cubierto de arrugas por todas partes. Pero era un viejo gracioso y con estilo. Y yo, lo descubrí de repente, tenía hambre”.

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Martha Cecilia Rivera, Chicago, Octubre 2013