El uso del tiempo es otro más de los múltiples aciertos de Raul Dorantes en De Zorros y Erizos. Quizás para recordar el viejo dicho de que todo es posible en la literatura, o para desafiar a quienes creen que Einstein dijo la última palabra con respecto a esa elusiva dimensión llamada tiempo, el autor nos entrega en su novela un tiempo en calidoscopio que se vuelve pasado, presente, condicional o futuro con una libertad que lo hace parecer moldeable. Los recursos que utiliza dan a la obra un estilo propio en donde sin embargo se advierte, entre otras, la influencia de ese gran maestro que es Onetti, desde diálogos en donde una frase atribuida a un interlocutor aparece intercalada sin distinciones entre la voz condicional del narrador, hasta cambios abruptos en los tiempos del verbo de un párrafo al siguiente, creando piruetas temporales estimulantes que obligan a la mente del lector a abalanzarse en pos del sentido con un efecto vivo y dinámico que aligera, hasta el entretenimiento, y de nuevo, la fábula, ese enorme peso de la supervivencia cotidiana del inmigrante.
Por definición toda fábula tiene una moraleja. Y la moraleja de esta rica fábula del cotidiano latinoamericano en esta tierra se captura desde la primera página. En realidad ya la habían aprendido todos los inmigrantes en sus propias experiencias. En el fondo Raúl Dorantes tan sólo la recuerda con esas, su mirada aguda, su narrativa viva, su ironía, su habilidad para hacer que sus personajes se burlen de sus pequeñas tragedias cotidianas. Se sigue andando en el camino, aunque no se quiera.
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Martha Cecilia Rivera, Chicago, Agosto 2013