Amos Oz es otro de los grandes escritores contemporáneos que ha sonado en los últimos años como un candidato fuerte al premio Nobel. Su literatura ofrece una visión del pueblo judío contemporáneo, el que se instaló y echó raíces en Israel después del holocausto. Parece ser menos conocido en el mundo de la literature en español, comparado con algunos de los otros escritores que he presentado esta semana. Sin embargo este año Editorial Siruela ha publicado varias de sus obras en nuestro idioma. Transcribo un fragmento de una de sus obras:
“Al parecer, en la cima de la escala de valores de aquellos días estaban los pioneros. Pero los pioneros vivían lejos de Jerusalén, en los valles, en Galilea, en el desierto que bordea el Mar Muerto. Nosotros admirábamos de lejos su imagen fuerte y reflexiva que destacaba, entre el tractor y los surcos del arado, en los anuncios del Keren Kayemen que se llamaban “pancartas”.
Un escalón por debajo de los pioneros estaba “la comunidad organizada”, los lectores de Davar en camiseta en las terrazas de verano, los miembros de la Histadrut, la Hagana y el Servicio Sanitario, la gente de caqui, los que pagaban impuestos, los que comían ensalada, huevos fritos y requesón, los partidarios de la moderación, la responsabilidad y la forma de vida sólida, del producto de la tierra, el status de los trabajadores, la disciplina del partido y las aceitunas sin picante en frascos de la cooperativa Tnuva, ¡azul abajo y azul arriba, estamos construyendo aquí un puerto! ¡Un puerto!
Frente a la comunidad organizada, fuera de los límites, estaban los disidentes terroristas, los ultraortodoxos del Meah Shearim, los comunistas “enemigos de Sión”, y también una amalgama de intelectuales, arribistas, artistas egocéntricos del tipo cosmopolita decadente, junto a toda suerte de revolucionarios excéntricos, individualistas, nihilistas dudosos, judíos alemanes que no consiguieron curarse de su germanidad, todo tipo de esnobs anglófilos y ricos sefardíes afrancesados que parecían demasiado educados y serviciales, y yemeníes, georgianos, magrebíes, kurdos y salonicenses, todos eran hermanos nuestros, por supuesto, todos eran material humano garantizado, pero no cabía duda de que aún tendríamos que tener mucha paciencia con ellos y hacer grandes esfuerzos”.
Amos Oz. Una Historia de Amor y Oscuridad. Editorial Siruela, Febrero 2013
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Martha Cecilia Rivera, Chicago, Noviembre 2013