Edición, presentación, mensaje e identificación son consideraciones fundamentales en el empaque nuestra obra para autopublicarla. Cada uno de estos aspectos tiene implicaciones diferentes aunque en conjunto determinan la posibilidad de que la obra se llegue a vender un día de forma masiva, o cuando menos a lectores que se encuentran fuera del alcance de nuestras redes de personas conocidas y relacionadas.
La mayoría de las firmas que brindan servicios de autopublicación ofrecen también alguna revisión de la edición. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con la publicación a través de casas editoriales, en la autopublicación es el escritor quien en últimas es responsable de su edición. Revisar que no haya errores de gramática, puntuación, ortografía ni mecanografía, verificar la consistencia a lo largo de toda la obra (por ejemplo que el protagonista no tenga los ojos verdes en el primer capítulo y negros en la línea final), y vigilar el estilo y la forma (para que, por ejemplo, una misma palabra no aparezca tres veces repetida en una misma página) son aspectos de edición que demandan muchísimo trabajo y que admiten únicamente un estándar: perfección. No hay que decirse mentiras. Aún si la obra es la muestra más significativa de la genialidad humana después de Albert Einstein, un error de ortografía echa por tierra la credibilidad en el escritor y posiciona la obra en un nivel de calidad inferior.
Viene ahora a mi memoria lo que sucedió con la primera edición de la obra “Noticia de un Secuestro” de Gabriel García Márquez, que se publicó por primera vez en Bogotá en 1995 o 1996. La casa editorial había hecho un anuncio promocional muy fuerte y todos los colombianos la estábamos esperando…. ansiosamente. Era, después de todo, nuestro premio Nobel escribiendo acerca de nuestro dolor de tierra, tema candente en un momento de nuestra historia todavía muy, pero muy sufrida. Hacía poco había sucedido un secuestro que había sido particularmente doloroso para todos.
El caso es que se filtró en las noticias que había una edición pirata idéntica a la edición oficial y la editorial se apresuró a sacar al mercado la primera edición antes de la fecha originalmente prevista. No se logró, sin embargo, controlar la edición pirata. De hecho, técnicamente la pirata salió al mercado antes que la oficial, porque el día del lanzamiento la pirata se vendió en los semáforos de Bogotá a la hora pico, o sea entre siete y nueve de la mañana, mientras que las librerías donde se vendió la versión oficial (todas) abrieron sus puertas al público, como siempre, a las nueve y media. Las dos versiones eran casi idénticas, incluyendo errores compatidos de edición, ortografía, gramatica y varios otros más. Hubo hasta un párrafo completo que apareció repetido en dos capítulos distintos. El escándalo ante las imperfecciones de la edición eliminó cualquier posibilidad de interés en la historia. Ya no importó tampoco el hecho de la piratería formalmente industrializada. Inexcusable, inaceptable, inconcebible” son algunos de los adjetivos que aparecieron en las cartas de los lectores a los dos periódicos más importantes del país refiriéndose a los errores de edición. Qué verguenza! Creo que sólo un gigante de la talla de Gabo hubiera podido sobrevivivir a un desastre editorial de semejantes proporciones.
Volviendo a la edición de la obra antes de autopublicarla, me parece claro que ningún escritor puede ni debe curar su propia obra, y que se requiere dedicar mucho tiempo y disciplina a un aspecto de semejante importancia. Es humanamente imposible que entre un texto de cincuenta mil o más palabras, una sóla persona pueda, en una semana, alcanzar la perfección que se requiere. Considero necesario volverse obsesivos en el cuidado editorial de las obras autopublicadas porque de la primera impresion que se cause en los albores de la autopublicación dependerá en gran medida que a mediano plazo la literatura autopublicada se considere realmente competitiva con la literatura de las casas editoriales.