Yo no pienso en el simbolismo cuando estoy creando mis novelas. Por lo general empiezo trabajando en el proceso largo, emocionalmente cargado y con frecuencia muy lento, de dejar que la historia aflore primero, como resultado de escribir palabras y frases, párrafos, párrafos, más frases y vuelva y empiece, muchísimas veces. Después de muchos meses, una vez siento que ya la historia y los personajes ya me han dicho todo lo que tienen por decirme, tomo ese primer borrador y lo convierto en literatura. Ahí es en donde dedico horas y horas a encontrar las metáforas, o las analogías, o cualquier otro recurso simbólico que al final aparece en la novela. También en este proceso, que en realidad es una segunda versión pero ahora desde una perspectiva literaria, es en donde mi selección del lenguaje y de la forma se vuelve esmerada, precisa, estética. En este sentido podría decir que hasta cierto punto el simbolismo en mi escritura sí es intencional. Sin embargo, este es un nivel superficial de simbolismo, el que tiene que ver con la selección del lenguaje y el uso de figuras retóricas para expresar mejor las situaciones.
Hay otro nivel de simbolismo que no está bajo mi control, y que ningún escritor controla. De hecho ninguna persona lo hace. Me refiero al simbolismo determinado por el subconsciente. Aquellas emociones y sentimientos que, de acuerdo con la teoría freudiana se acumulan en cada persona sin que esa persona los reconozca, y que son (principalmente) el resultado acumulativo del hecho de vivir, desear e interactuar instante a instante, y desde antes de la primera infancia, se reflejan necesaria e involuntariamente en los sentimientos que se atribuyen a los personajes, en el ángulo que escoge el escritor para narrar los eventos, en las situaciones y los desenlaces que el autor inventa. Eso, pienso yo, es lo que también a nivel subconsciente el lector reconoce. Lo que lo hace sentirse identificado con un personaje, o reflejado en una historia.
Yo creo que no existe una forma para asegurar que el contenido subconsciente del escritor se vierta, o deje de hacerlo, en su literatura. De nuevo, si es subconsciente por definición es desconocido y fuera de la posibilidad de control. Sin embargo pienso que cuando el autor permite que sus ideas fluyan libremente, ese contenido tarde o temprano aflora. También pienso que si eso ocurre, y el escritor lo reconoce (a posteriori ) el contenido dictado por el subconsciente debe permanecer dentro de la novela. Esos son los pasajes, o acciones, o reflexiones de un personaje que no se tenían en mente ni se supo cómo ni cuando “se colaron” dentro de la historia. A mi modo de ver, no deberían ser removidos cuando en la version final de la novela se “echa tijera”, porque ahí es precisamente donde se encuentra aquello que hace a cada autor único e irrepetible.
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