La forma, como componente del ritmo de una novela, se refiere a la estructura y longitud de las frases, los párrafos y los diálogos, a la selección de los tiempos del verbo, y a la voz activa o pasiva.
Pienso que un buen balance al combinar frases con estructura “convencional” (o sea compuesta por sujeto, verbo y predicado), frases con sujeto tácito, y frases que comienzan con un adjetivo o en donde el complemento se ubica de una forma flexible, contribuye a dar a la novela un ritmo que genera interés. Hay que aprovechar que la gramática del idioma castellano, por fortuna, ofrece posibilidades que la del inglés no soñaría. Personalmente prefiero las frases con sujeto tácito porque me ofrecen párrafos más bonitos y más limpios, y tal y como escribí hace unos días, la preocupación por la dimensión estética es para mí, definitivamente, una consigna:
“Durante noches y días, en penumbra y bajo sol pleno, sin pausa, sin recurso y sin asomo de cansancio, la bruja la acompañó a cada paso. De mañana la presintió al abrir los ojos, apostada en la cabecera de su cama, mirándola con fijeza, sin parpadear siquiera. La adivinó en su propio rostro cada vez que se miró al espejo y hasta se hizo a un lado en ocasiones para permitirle reflejarse por sí misma. Casi llegó a tocarla cuando respiró en su nuca demasiado cerca. Si Rebeca se inclinó hasta el suelo por cualquier motivo, la bruja invisible se agachó con ella. Si comió, su alimento se hizo insípido porque ella robó la sal y la sustancia. Si rió, su risa produjo un eco por la resonancia de otra carcajada simultánea. Si lloró, extravió su propio llanto y produjo las lágrimas de un ser distinto, las de ella”. (En: Fantasmas para noches largas)
Tuve la oportunidad de ayudar hace unos meses a un colega escritor, un gran cuentista, a revisar su manejo de los tiempos del verbo. Su intención principal era aumentar la expectativa del lector por medio del recurso de utilizar verbos condicionales. El trabajo de edición, entonces, consistió en revisar cada verbo y decidir si dejarlo en tiempo perfecto o cambiarlo a conjugación condicional. No tengo a mano un ejemplo concreto pero el resultado fue fenomenal, de manera que invito al colega escritor que lee esta nota, a hacer el ejercicio de escribir un párrafo cualquiera, dejarlo intacto por unos días y después cambiarle los verbos. Vale la pena.
Con respecto al balance entre la voz activa y la voz pasiva, es necesario tener en cuenta que en nuestro idioma hablamos en voz activa y por lo tanto ésa es la voz que suena más natural y fluye más cómodamente. Sin embargo, intercalar ocasionalmente una frase en voz pasiva puede tener también un resultado excelente porque imprime variedad a la forma como se cuenta la historia. Yo he encontrado particularmente útil la voz pasiva en la que se usa la forma se:
“Primero se descolgó el brillo. De un momento para otro ya nada se reflejó en nada, desaparecieron la luminosidad y los resplandecimientos, y los objetos se vieron mustios, opacos, aunque todavía se vieron. Después todo se quedó igual durante unos momentos, y de pronto, en algún instante de la siguiente hora, se desdibujó el contraste entre colores”. (En: Fantasmas para noches largas)