LA ISLA MISTERIOSA

JULIO VERNE
Francia, 1828 – 1905

“Seguramente nadie ha olvidado el terrible viento del nordeste que se desencadenó en el equinoccio de aquel año y durante el cual el barómetro bajó setecientos diez milímetros. Fue un huracán sin intermitencia, que duró del 18 al 26 de marzo. Produjo daños inmensos en América, en Europa, en Asia, en una ancha zona de 1.800 millas, que se extendió en dirección oblicua al Ecuador, desde el trigésimo quinto paralelo norte hasta el cuadragésimo paralelo sur. Ciudades destruidas, bosques desarraigados, países devastados por montañas de agua que se precipitaban como aludes, naves arrojadas a la costa, que los registros del Bureau-Veritas anotaron por centenares, territorios enteros nivelados por las trombas que arrollaban todo lo que encontraban a su paso, muchos millares de personas aplastadas o tragadas por el mar; tales fueron los testimonios que dejó de su furor aquel huracán, que fue muy superior en desastres a los que asolaron tan espantosamente La Habana y Guadalupe, uno el 25 de octubre de 1810, otro el 26 de julio de 1825″…

…”A las seis de la mañana, después del desayuno, los colonos se pusieron en marcha con intención de llegar lo más pronto posible a la costa occidental de la isla. ¿Cuánto tiempo podrían tardar? Ciro Smith había calculado dos horas, pero dependía indudablemente de los obstáculos que se presentaran. Aquella parte del Far-West parecía cubierta de espesísimos bosques, como un soto inmenso compuesto de las especies más variadas. Era probable que se necesitara abrir camino a través de las hierbas, la maleza, los bejucos, y marchar con el hacha en la mano, e incluso con el fusil, a juzgar por los rugidos feroces oídos durante la noche”…

…”Ciro Smith se había detenido sin decir una palabra. Sus compañeros buscaron en la oscuridad, por el suelo y por las paredes de granito, por si la escalera se había desprendido o el viento la había sacado de su lugar…, pero la escalera había desaparecido. Reconocer si una ráfaga de aire la había levantado hasta la cornisa, era imposible en aquella profunda oscuridad”…

…”Aquella protección invisible que auxiliaba la acción de los colonos irritaba y conmovía al ingeniero. La inferioridad relativa que demostraba era de las que pueden herir a un alma altiva. Una generosidad que toma sus disposiciones para eludir toda muestra de gratitud, revelaba una especie de desdén hacia los agradecidos, que disminuía a los ojos de Ciro Smith el valor del beneficio.
-Busquemos -dijo-y Dios quiera que encontremos un día a ese protector altivo que no ha protegido a ingratos. ¿Qué no daría yo porque pudiéramos pagarle la deuda de reconocimiento prestándole, a nuestra vez, aunque fuera a costa de la vida, algún señalado servicio?”…

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