Me encontré, en una obra de Haruki Murakami*, una escena en la que un escritor ha sido contratado para corregir una novela presentada a un concurso por una escritora más joven, con el objeto de convertirla en la obra ganadora. Ignoro qué parte de la escena corresponde a ficción y qué parte es reflejo de lo sucede en la vida real. No es ese el tema de esta nota. Lo que me llamó la atención, y ese sí es el tema de hoy, es que la descripción de lo que piensa el escritor cuando corrige, es tan, pero tan similar es a lo que sucede cuando reviso mi propio trabajo, que no pude dejar de preguntarme si es de esa forma como la mayoría de los novelistas revisamos nuestra escritura. Quizás es un reflejo de lo que el propio Murakami hace con el suyo. Estas son algunas frases selectas del texto:
…“Como resultado de la corrección, el manuscrito se duplicó aproximadamente en dos veces y media. Como las partes insuficientes habían sido mucho más numerosas que las partes sobrantes, lo lógico era que, al corregirlo, el volumen aumentara”…
…“El estilo se convirtió en algo decente y razonable, el punto de vista se estabilizó y además la obra fluía con más agilidad”…
…”La siguiente fase consistía en eliminar —las partes prescindibles— del original inflado. Iba eliminando toda la grasa sobrante….había un tiempo determinado para añadir todo lo posible y, luego, un tiempo para eliminar lo máximo posible. Así, alternando continuamente esas dos operaciones, el margen de oscilación se reducía en forma paulatina y el volumen del texto se iba estabilizando hasta un estado natural. Llegaba a un punto en el que no podía aumentarse más y no podía eliminarse más”…
… “Si cada día lo releía, encontraría nuevas cosas que corregir”…
…“Una vez encarrilado y una vez que el ritmo (de la escritura) había surgido, el trabajo avanzaría con mayor celeridad. Además, la parte más trabajosa era la del principio. Una vez superada…
*Haruki Murakami. 1Q84, Libros 1 y 2. Tusquets Editores, 2009
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Martha Cecilia Rivera, Chicago, Noviembre 2013