SOBRE EL OTRO Y LA VIDA

Pretender despojar a un poema de su poesía, de sus sustancias invisibles que permiten al ser humano reconocerse en ese nivel superior al que el canto lo lleva, y lo hacen sentir que sí, que puede ser mejor, más elevado, es una pretensión hereje. También parece un imposible, sería como tratar de negar su esencia a lo esencial, que es negarle la existencia. Vano intento, ese de querer construir contradicciones ontológicas. Y por completo tonto, si se trata de la poesía.

Sin embargo, es un intento que en el caso de algunos (poquísimos) poetas fundamentales, es indispensable. Me refiero a quedarse en el nivel primario, obvio, de esos versos contundentes como balas de cañón, después de los cuáles ya jamás se será el mismo que se era antes. Demoledores y directos. No es posible, ni recomendable, buscarles el sentido oculto. No es siquiera necesario contemplarlos para dejar que fluya la esencialidad  que llevan. Con desnudarlos de su contexto, basta y sobra para el resto de la vida, y para la humanidad entera. Eso sí, hay que leerlos despacio.

Piedra de Sol

(Fragmento)

Octavio Paz, México 1914-1998

Premio Nobel de Literatura 1990

“…la vida no es de nadie, todos somos

la vida —pan de sol para los otros,

los otros todos que nosotros somos—,

soy otro cuando soy, los actos míos

son más míos si son también de todos,

para que pueda ser he de ser otro,

salir de mí, buscarme entre los otros,

los otros que no son si yo no existo,

los otros que me dan plena existencia,

no soy, no hay yo, siempre somos nosotros, 

a vida es otra, siempre allá, más lejos,

fuera de ti, de mí, siempre horizonte,

vida que nos desvive y enajena,

que nos inventa un rostro y lo desgasta,

hambre de ser, oh muerte, pan de todos,”…

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Martha Cecilia Rivera, Chicago, Octubre 2014